Película:
La historia de 8 monjes que fueron asesinados el 21 de mayo de 1996 en Argelia, da vida a la película De Dioses y de Hombres, una historia cargada de simplicidad y silencio, que va llevando al espectador a ver como se confrontan la religión y la muerte.
El monasterio está rodeado por un poblado argelino que raya en lo miserable; los monjes (como es su deber) viven en función de la gente que los rodea a quienes ayudan con conservas, atenciones médicas y acompañamiento; el asesinato de unos extranjeros que trabajan en el lugar por parte de un grupo de terroristas islámicos, desata una gran tensión que acaba con la tranquilidad y pasividad en la que transcurrían los días para los lugareños.
La gran dificultad radica en que los monjes son franceses, no argelinos y además que profesan la religión católica en un país musulmán, debido a ello el ejército les ofrece protección pero se niegan por no creerlo necesario y porque el monasterio es territorio de Dios; los terroristas llegan al lugar buscando medicinas para un compañero herido y desde ese momento empezará una discusión entre los monjes sobre si deben quedarse o irse, es decir si deben elegir la evangelización o su vida.
Y allí está la gran apuesta de la película, pues los monjes viven para evangelizar, pero no pueden evangelizar sin vivir, en ese enfrentamiento vemos como el silencio se apodera de la cinta, un silencio que a veces es interrumpido por diálogos muy cortos, o por las canciones que cantan ellos mismos que se convierten en la banda sonora; acompañados además de planos muy amplios, dejando los primeros planos para muy pocas escenas.
Tal vez la escena más llamativa del film es en la que los monjes deciden celebrar la vida, al son del lago de los cisnes de tchaikovsky, una escena en la que lloran al escuchar esta obra donde es claro el enfrentamiento entre el bien y el mal, lucha en la que ellos se encuentran y en la que no se sabe quién gana.
La película se salva por el argumento, por el ambiente desarraigado y triste que se entreteje y que logra conmover, pero a las imágenes y a los diálogos les falta fuerza y contundencia frente a lo que se dice, le falta “mostrar” más el lugar y la población, es decir contextualizar al espectador desprevenido que no conoce absolutamente nada de lo que pasó y de cómo es la vida en Argelia, a ello hay que sumarle la metáfora del final, que en realidad termina siendo decepcionante.
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