La historia empieza igual, con esa imagen, para demarcar la temática sobre la que la gira la película directamente relacionada con la muerte; dos personajes que no sabemos de dónde vienen pero que uno intuye para donde van porque él es adicto a los funerales y ella es una enferma terminal de cáncer; esto podría hacer creer al espectador que el film raya en lo dramático, pero Van Sant lo lleva a un ritmo sorpresivo, pues lo dibuja más pintoresco que melancólico.
En ese ambiente de oscuridad empieza a tejerse una historia de amor entre los dos personajes principales que no se dan cuenta en qué momento empiezan a sentir lo que se manifiesta con los actos (porque los discursos no son los que más hablan por ellos o por lo que sienten), pues a los dos los une más que el amor, su gusto y espera por la muerte.
La fotografía y la música no se puede decir que sean elementos destacados, pues la real fuerza del film está en el guión que magistralmente se mueve entre esos dos elementos que una persona “normal” nunca uniría por lo que los dos significan (amor= felicidad, muerte= tristeza).
Y todo ello queda demostrado en la escena en la que él le confiesa su amor en medio de una actuación y ella finge su muerte, es como una burla a lo que podría pasar, es más el espectador pensará que allí termina el film, pero en realidad apenas empieza el desenlace que para sorpresa de muchos no es ni mucho menos elegíaico.
Así es la película que trata de demostrar no que el amor es para siempre como se titula la película, porque no sabemos si así sea para los dos personajes, lo que sí demuestra es que el amor puede llegar antes de la muerte y que la muerte del ser amado no es tan trágica como uno lo pensaría; por eso hay que ver esta hermosa película, para quedar convencidos de que la sencillez y las atmosferas poco irreales (por las situaciones que se vuelen poco creíbles) pueden convertirse en una forma sencilla de ver el mundo y la vida.
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